Santo Domingo.– Joan Manuel Abreu exige justicia por la muerte de su hijo Alexander Rudecindo, un adolescente de apenas 16 años que, según denuncia, fue abatido por una patrulla policial en el sector La Ciénaga.
“La policía me mató a mi hijo de 16 años. Me lo mataron, un niño con su leche en los labios, un niño que nunca había hecho el amor todavía”, clamó el padre entre gritos de desesperación. La tragedia, según su testimonio, ocurrió sin justificación y bajo un contexto que levanta serias dudas sobre la actuación de los agentes policiales.
Abreu acusa directamente a miembros de la Policía Nacional de alterar la escena del crimen, recoger pruebas y destruir cámaras de vigilancia en el entorno del hecho. “Hasta las piernas donde cayó mi hijo recogieron. Recogiendo evidencia. Rompiendo cámaras. Hasta un camión de los bomberos usaron para limpiar la escena.”
El padre también cuestionó duramente el papel del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), al que califica de encubridor: “Le arreglan la cosa a la Policía, se la ponen como no es. Una charlatanería.”
En su declaración, visiblemente alterado, Abreu no pidió dinero ni compensaciones. “Dinero yo no quiero. Soy pobre. Mi mujer y yo contra el mundo para criar cinco muchachos. Yo lo que exijo es la verdad. Que no se levanten falsos testimonios. Que no manipulen la cara de mi hijo ni la evidencia.”
Cuestionó con vehemencia el discurso oficial sobre la transformación de la Policía Nacional. “¿La nueva policía? ¿Cuál nueva policía? La que le quita los niños a las madres de la teta, para darles un plomazo. ¿Qué país es este?”, gritó con impotencia, haciendo referencia a las recientes campañas de reforma policial promovidas por el gobierno.
Se preguntó además por el sistema de justicia dominicano y el futuro del país: “¿Qué justicia me van a dar? Si la Policía es la dueña del país. Aquí no hay justicia, aquí lo que hay es una mierda. Aquí esto no sirve.”
El caso de Alexander Rudecindo se suma a otros episodios trágicos que involucran a jóvenes abatidos por la Policía bajo circunstancias aún no esclarecidas. Mientras tanto, su padre clama por una sola cosa: la verdad.
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