Por: Carolina Cepeda
SANTO DOMINGO. – Sin amplia formación educativa o con ella, muchos hombres llevan sobre sus hombros el peso de la gran responsabilidad de ser padres, y desde distintos oficios comparten una misma lucha: su familia.
Para Lorenzo Miguel Durán, sus tres hijos son una bendición. Ha tenido que incurrir en múltiples trabajos para sostener a su familia, pero la satisfacción del deber cumplido alcanza a su hija de 22 años, ya en el término de su carrera. Narra que ese logro se debe a una vida como escultor empírico y, ahora, de forma paralela, a sus jornadas de chofer y ayudante en un puesto de comida de una familia tailandesa en el Barrio Chino cada domingo.
Rudy Nieves llegó desde Hato Mayor a la capital hace 18 años, donde trabajaba en construcción. Ahora labora en el área de mayordomía en una institución pública, todo por su hijo Rudy Daniel, de 12 años de edad, que cursa el sexto grado.
Entre hilos, telas y agujas, el azuano Juan Ramírez ha luchado desde hace 15 años, cuando aprendió el arte de transformar y crear prendas de vestir con precisión. Desde su taller de costura en Los Mameyes de Santo Domingo Este ha sostenido a sus cuatro hijos, dos de los cuales ya terminaron la secundaria.
Juan Roma Martínez, que sueña con ser ingeniero civil, se refiere al chef Omar Martínez Jiménez, quien, con la venta de empanadas y mofongos, ha logrado encaminar junto a su esposa a sus seis descendientes, en edades de 14 a 26 años, pese a una lesión hace años en su mano derecha.
Cada uno de ellos ya ha logrado sus metas; han terminado la escuela, la secundaria. Los hijos vienen como una hoja en blanco: tú escribes lo que tú quieres que ellos sean.
Y aunque muchos padres enfrentan retos materiales, otros desafían incluso las sombras. Odalí Rodolfo Cuevas es abogado, locutor y también empleado en el sector público. No cuenta con visión, pero sí con la fe de que su misión no es solo buscar justicia en los tribunales, sino que puede guiar a su unigénita de tan solo 4 años por el camino correcto, paso a paso.
Como ellos, Estarlin Manuel Rudecindo, que es lavador de vehículos y motoconchista; Radhamés Jiménez, que vela por la seguridad de una zona residencial. Y no faltan los que trabajan cuando casi nadie los ve. Pablo Manuel Ortiz es despachador en una estación de combustibles desde las 10 de la noche. Justo al comenzar cada día, ya ha agotado su jornada, por amor.
Sus historias nos recuerdan que la paternidad también es una forma de resistencia.
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