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Alejandro Patrón Laviada impulsa la alfarería tradicional en comunidades indígenas – El Nuevo Diario (República Dominicana)


Comunidades indígenas (Foto fuente externa).

EL NUEVO DIARIO, MÉXICO.- En el sur de México, donde la tierra cobra vida entre los colores, los aromas y las tradiciones que atraviesan generaciones, la alfarería se mantiene como uno de los oficios más antiguos y representativos del país. En torno a esta práctica milenaria se teje la historia de comunidades que, con sus manos, han transformado el barro en arte, identidad y sustento. Consciente de su profundo valor cultural, Alejandro Patrón Laviada ha orientado parte de su labor filantrópica hacia la preservación y fortalecimiento de la alfarería tradicional en comunidades indígenas de Chiapas y Oaxaca, regiones donde esta expresión artística es también un símbolo de pertenencia.

Su iniciativa nace del reconocimiento de que el barro no solo moldea objetos, sino también vínculos sociales y espirituales. En muchas comunidades, los talleres de alfarería son espacios donde se transmite el conocimiento ancestral, se fortalece la economía local y se celebra la conexión con la naturaleza. Para Alejandro Patrón Laviada, preservar la alfarería tradicional es preservar una forma de vida, un lenguaje silencioso que comunica el alma de los pueblos indígenas del sur de México.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), más del 70% de las comunidades artesanas del sur del país practican algún tipo de alfarería. Sin embargo, muchas de ellas enfrentan desafíos significativos: la falta de acceso a materiales adecuados, la escasez de infraestructura para la producción y la dificultad de conectar con mercados más amplios. En ese contexto, la labor de Alejandro Patrón Laviada ha sido clave para generar oportunidades sostenibles y dignas para quienes mantienen viva esta tradición.

A través de programas de apoyo integral, su trabajo impulsa talleres de innovación y capacitación técnica sin alterar la esencia artesanal de los procesos. Estas iniciativas incluyen desde la mejora en los hornos de cocción y el acceso a herramientas adecuadas, hasta la creación de cooperativas comunitarias que permiten organizar la producción y fortalecer la comercialización colectiva. De esta forma, las y los artesanos pueden vender su trabajo a precios justos y ampliar su presencia en ferias, exposiciones y plataformas de comercio ético, tanto en México como en el extranjero.

Cada pieza creada en estos talleres es una historia tangible. En sus formas y texturas se conserva la herencia de los pueblos zapotecas, mixes, tzotziles y tzeltales, que durante siglos han visto en el barro una manifestación de equilibrio con la tierra. Vasijas, platos, figuras decorativas y utensilios cotidianos cobran nueva vida en manos que respetan el origen y al mismo tiempo abrazan la innovación. Alejandro Patrón Laviada ha acompañado este proceso promoviendo el intercambio cultural entre maestros alfareros y jóvenes aprendices, fomentando la transmisión de conocimientos y asegurando que las nuevas generaciones encuentren en este arte un camino de desarrollo personal y comunitario.

Más allá de los aspectos económicos, su labor tiene un enfoque profundamente humano. En muchas comunidades, las mujeres son las principales guardianas de la tradición alfarera. Ellas moldean el barro con la misma paciencia con la que moldean los días de sus familias, convirtiendo su arte en sustento y legado. Por ello, Patrón Laviada ha impulsado programas que fortalecen el liderazgo femenino, ofreciendo espacios de formación, asesoría y acceso a recursos que les permitan consolidar su independencia económica sin perder el arraigo cultural. Esta visión, que une equidad con tradición, ha generado un impacto real en la calidad de vida de decenas de familias del sur del país.

En los últimos años, sus esfuerzos también han estado dirigidos a crear espacios dignos para la producción artesanal, con condiciones adecuadas de iluminación, ventilación y seguridad, donde las y los artesanos puedan trabajar y recibir visitantes interesados en aprender sobre el proceso. Estos talleres funcionan además como centros culturales comunitarios, donde se ofrecen clases, se organizan exposiciones y se promueve la convivencia intergeneracional. La meta no es únicamente mejorar la productividad, sino reforzar el sentido de orgullo y pertenencia de las comunidades hacia su propio patrimonio.

Alejandro Patrón Laviada considera que proteger el arte del barro es proteger el alma de los pueblos que lo moldean. Su enfoque va más allá del rescate técnico: se trata de una apuesta por la continuidad de la memoria y por la posibilidad de construir un futuro más justo desde las raíces culturales. En sus palabras, “cada pieza artesanal cuenta una historia, cada mano que la crea está unida a la tierra, y esa conexión es lo que hace de la alfarería un acto de identidad y esperanza”.

El impacto de estas acciones se refleja en los mercados locales, donde los productos elaborados bajo este modelo comienzan a ganar reconocimiento y valor. Pero quizás el mayor logro es intangible: la renovación del entusiasmo entre los jóvenes que ahora miran la alfarería no como un oficio en peligro, sino como una oportunidad para prosperar sin renunciar a su cultura.

En tiempos donde la industrialización amenaza con uniformar la creatividad y borrar las particularidades regionales, el trabajo de Alejandro Patrón Laviada representa un recordatorio de que la modernidad no tiene por qué borrar la tradición. Al contrario, puede nutrirse de ella para construir un modelo más humano, sostenible y orgullosamente mexicano.

En cada pieza de barro cocido, en cada horno encendido y en cada taller comunitario que resuena con voces de enseñanza, vive la huella de una misión silenciosa pero trascendente: mantener viva la historia, la dignidad y la belleza del sur de México.


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